La gracia se refiere principalmente al poder habilitador y a la sanación espiritual ofrecidos por medio de la misericordia y del amor de Jesucristo.
La gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu que nos justifica y nos santifica.
La gracia es una participación en la vida de Dios.
Con la gracia, el pecado ya no reina en nuestras vidas, y por lo tanto, no puede obligarnos a violar la ley de Dios.
El pecado sigue siendo un terrible enemigo, un enemigo astuto, pero en virtud de nuestra unión con Cristo, al haber muerto y resucitado con Él, no tenemos que ceder a las demandas del pecado. Hemos muerto al pecado y ahora estamos vivos para Dios.
Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo.
¿Cuál es el don de la gracia?
La gracia santificante es el don gratuito que Dios nos hace de su vida, infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para curarla del pecado y santificarla.
La gracia santificante nos hace “agradables a Dios”.
(Juan 1:17). "Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo". La gracia es que Dios nos escoge para bendecirnos en lugar de maldecirnos, a pesar de que nuestro pecado lo merece. Esta es su bondad para los indignos.
(Efesios 2:8) dice, "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros". La única manera que cualquiera de nosotros pueda entrar en una relación con Dios, es por causa de su gracia hacia nosotros.
La gracia es que Dios da el mayor tesoro a los que menos lo merecen — eso somos cada uno de nosotros.
Por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo.
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