viernes, 15 de marzo de 2024

El Papel Oculto de la Oración en la Transformación Mundial

 ¿Dios responde las oraciones? 

La fe en la eficacia de la oración puede desafiar la lógica, en un mundo que se basa en evidencias tangibles inmediatas. 

Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado la guía en la oración. 

La oración es un gran agente de transformación de las personas y del mundo, y de qué modo la tenemos que usar para que cumpla el objetivo.

Y casi todas las sociedades han hecho provisiones para la oración pública, porque la oración hace más cosas de las que este mundo sueña. 

Pero aún en este mundo hay millones de personas que dudan que las oraciones sean eficaces, especialmente en los países modernizados.  Admiten que la oración puede ser útil, por ejemplo, para consolar a las personas y hacer que se sientan más esperanzadas, pero argumentan que no hay evidencia científica de que Dios responda las oraciones. Y aquí es donde la experiencia de cultivar la fe interviene.

 

Sabemos por experiencia, que la respuesta de Dios no siempre se traduce en lo que nosotros deseamos, desde nuestra limitada perspectiva humana. 

 

Sabemos que Dios siempre nos escucha, pero su respuesta puede ser «sí», «no» o «espera».

Y que Su sabiduría infinita puede ver más allá de nuestras solicitudes temporales y terrenales, por lo que las oraciones para ser contestadas afirmativamente tienen que estar de acuerdo con la voluntad de Dios, Y que Él responderá de la manera que mejor se alinea con nuestro crecimiento espiritual.

 

Según los teólogos y filósofos católicos, Dios es un ser omnisciente y escucha todas las oraciones que se le dirigen. Además, es un eterno presente, está fuera del tiempo y por encima de él. 

Y entonces, debemos admitir asombrosamente, que cualquier oración que podamos orar hoy, es una oración que Dios escuchó antes del comienzo del mundo, Porque tiene todo el pasado, el presente y el futuro frente a Él al mismo tiempo. Por ejemplo, si sabemos más allá de cualquier duda, que un ser querido murió en un accidente, no obtendremos buen resultado pidiendo a Dios que no haya sufrido el accidente.

Pero si recibimos la noticia de que ese ser querido iba en un avión que se estrelló y no sabemos qué le pasó, podemos orar para que esté vivo, como la mayoría de los que reciben noticias similares. 

En el libro del profeta Jeremías 29:11, el Señor le dice,

“Sé los planes que tengo para ti, los planes para el bienestar y no para el mal, para darte un futuro y una esperanza.

Entonces me llamarás y vendrás a orar a mí, y yo te escucharé. Me buscarás y me encontrarás.

Y cuando me busques con todo tu corazón, seré encontrado por ti, y restauraré tu fortuna”

Y cuando me busques con todo tu corazón, seré encontrado por ti, y restauraré tu fortuna”

La oración tiene un papel más profundo y significativo en nuestras vidas del que a veces percibimos, no se limita sólo a un medio para obtener lo que queremos, sino que es, sobre todo, un acto de comunión con Dios, un reconocimiento de su soberanía sobre nuestras vidas. 

La oración es una relación que nos invita a la humildad, al amor, a la paciencia y a la comprensión de que, aunque nuestras demandas puedan ser legítimas desde nuestra perspectiva humana, la visión de Dios siempre está orientada hacia nuestro mayor bien.

 

Cuando somos persistentes y auténticos en nuestra oración, podemos experimentar una relación más profunda con Dios, lo que a su vez puede traer una mayor paz y comprensión a nuestras vidas y así podemos navegar las aguas turbulentas de la duda y mantener nuestra fe fuerte en la adversidad. 

Y en este sentido la oración es un puente entre lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno. 

Es un acto de humildad y reconocimiento de que somos seres limitados, que dependen de un ser supremo y amoroso.

Un recordatorio constante de nuestra pequeñez en comparación con la inmensidad del universo.

el consuelo de que, en medio de esta grandeza, tenemos un Dios que nos escucha, que se preocupa por nosotros y que desea nuestro bien supremo, la oración es un gran agente de cambio, porque puede cambiar al mundo tanto como a nosotros.

Nuestra Señora en Fátima dijo, “Oren, oren mucho. Hagan sacrificios por los pecadores.

Muchas almas van al infierno, porque nadie está dispuesto a ayudarlas con el sacrificio”.

Cuando unimos nuestras renuncias diarias, nuestra oración, y nuestras cruces diarias, con el sufrimiento de Cristo en el Calvario, nuestros actos adquieren un tremendo valor redentor.

Y esto obtiene muchas gracias especiales, para nosotros y para otros.

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