¿Dios responde las oraciones?
La
fe en la eficacia de la oración puede desafiar la lógica, en un mundo que se
basa en evidencias tangibles inmediatas.
Sin
embargo, desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado la guía en la
oración.
La
oración es un gran agente de transformación de las personas y del mundo, y de
qué modo la tenemos que usar para que cumpla el objetivo.
Y
casi todas las sociedades han hecho provisiones para la oración pública, porque
la oración hace más cosas de las que este mundo sueña.
Pero aún en este mundo hay millones de personas
que dudan que las oraciones sean eficaces, especialmente en los países
modernizados. Admiten que
la oración puede ser útil, por ejemplo, para consolar a las personas y hacer
que se sientan más esperanzadas, pero argumentan que no hay evidencia
científica de que Dios responda las oraciones. Y aquí es donde la experiencia
de cultivar la fe interviene.
Sabemos por experiencia, que la respuesta de
Dios no siempre se traduce en lo que nosotros deseamos, desde nuestra limitada
perspectiva humana.
Sabemos
que Dios siempre nos escucha, pero su respuesta puede ser «sí», «no» o
«espera».
Y
que Su sabiduría infinita puede ver más allá de
nuestras solicitudes temporales y terrenales, por lo que las oraciones para ser contestadas
afirmativamente tienen que estar de acuerdo con la voluntad de Dios, Y que Él
responderá de la manera que mejor se alinea con nuestro crecimiento espiritual.
Según
los teólogos y filósofos católicos, Dios es un ser omnisciente y escucha todas
las oraciones que se le dirigen. Además, es un eterno presente, está fuera
del tiempo y por encima de él.
Y
entonces, debemos admitir asombrosamente, que cualquier
oración que podamos orar hoy, es una oración que Dios escuchó antes del
comienzo del mundo, Porque tiene
todo el pasado, el presente y el futuro frente a Él al mismo tiempo. Por
ejemplo, si sabemos más allá de cualquier duda, que un ser querido murió en un
accidente, no obtendremos buen resultado pidiendo a Dios que no haya sufrido el
accidente.
Pero
si recibimos la noticia de que ese ser querido iba en un avión que se estrelló
y no sabemos qué le pasó, podemos orar para que esté vivo, como la mayoría de
los que reciben noticias similares.
En
el libro del profeta Jeremías 29:11, el Señor le dice,
“Sé los planes que tengo para ti, los planes
para el bienestar y no para el mal, para darte un futuro y una esperanza.
Entonces me llamarás
y vendrás a orar a mí, y yo te escucharé. Me buscarás y me encontrarás.
Y
cuando me busques con todo tu corazón, seré encontrado por ti, y restauraré tu
fortuna”
Y
cuando me busques con todo tu corazón, seré encontrado por ti, y restauraré tu
fortuna”
La oración tiene un papel más profundo y
significativo en nuestras vidas del que a veces percibimos, no se limita
sólo a un medio para obtener lo que queremos, sino que es, sobre todo, un acto
de comunión con Dios, un
reconocimiento de su soberanía sobre nuestras vidas.
La
oración es una relación que nos invita a la humildad, al amor, a la paciencia y
a la comprensión de que, aunque nuestras demandas puedan ser legítimas desde
nuestra perspectiva humana, la visión de Dios siempre está orientada hacia
nuestro mayor bien.
Cuando
somos persistentes y auténticos en nuestra oración, podemos experimentar una
relación más profunda con Dios, lo que a su vez puede traer una mayor paz y
comprensión a nuestras vidas y así podemos navegar las aguas turbulentas de la
duda y mantener nuestra fe fuerte en la adversidad.
Y
en este sentido la oración
es un puente entre lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno.
Es
un acto de humildad y reconocimiento de que somos seres limitados, que dependen
de un ser supremo y amoroso.
Un
recordatorio constante de nuestra pequeñez en comparación con la inmensidad del
universo.
Y el consuelo de que, en medio de esta grandeza,
tenemos un Dios que nos escucha, que se preocupa por nosotros y que desea
nuestro bien supremo, la oración
es un gran agente de cambio, porque puede cambiar al mundo tanto como a
nosotros.
Nuestra
Señora en Fátima dijo, “Oren, oren mucho. Hagan sacrificios por los pecadores.
Muchas
almas van al infierno, porque nadie está dispuesto a ayudarlas con el
sacrificio”.
Cuando unimos nuestras renuncias diarias,
nuestra oración, y nuestras cruces diarias, con el sufrimiento de Cristo en el
Calvario, nuestros actos adquieren un tremendo valor redentor.
Y esto obtiene muchas gracias especiales, para
nosotros y para otros.
0 comments: