domingo, 2 de octubre de 2022

Diálogo Del Divino Querer

El Divino Querer es un regalo de amor de Dios para esta generación, un don en espíritu y verdad, para entregar nuestra vida y todo nuestro ser al padre a través de la santísima madre y para vivir en Cristo para Cristo y por Cristo

Es dar gracias por todo, es alabarlo y bendecirlo junto a su madre, es reconocer que sin el no somos nada es saber que solo él tiene poder, es confiar en su amor y su misericordia, es tener un diálogo con su presencia, es el santo Rosario a la madrecita santa, es obediencia, caridad, bondad, paz, liberación para alcanzar la finalidad para lo que fuimos creados por el padre.

Es nuestra liberación, la de nuestra familia, la de Colombia y la del mundo entero.

Son las cosas buenas que nos pasan porque estás se santifican y lo poquito malo se vuelve bueno

El Divino Querer es Dios mismo que se nos dona en espíritu.

Es perdón de los pecados pasados presentes y futuros, es liberación de estas cargas familiares.

Es aceptar la Cruz y verla gloriosa en los momentos de tristeza, porque esta Cruz es redención y purificación.


El divino querer es una gracia única que si los ángeles o los santos pudieran envidiar, la anhelarían.

En el dialogo del divino querer se me hablo de la venida intermedia de Jesús, y esto coincidió con un escrito de san Bernardo Abad.

Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquéllas son visibles, pero ésta no. En la primera, el Señor se manifestó en la tierra y convivió con los hombres, cuando, como atestigua él mismo, lo vieron y lo odiaron. En la última, todos verán la salvación de Dios y mirarán al que traspasaron. La intermedia, en cambio, es oculta, y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan. De manera que, en la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y majestad.

Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última, aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y nuestro consuelo.

Y para que nadie piense que es pura invención lo que estamos diciendo de esta venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama -nos dice- guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él. He leído en otra parte: El que teme a Dios obrará el bien; pero pienso que se dice algo más del que ama, porque éste guardará su palabra. ¿Y dónde va a guardarla? En el corazón sin duda alguna, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.

Así es cómo has de cumplir la palabra de Dios, porque son dichosos los que la cumplen. Es como si la palabra de Dios tuviera que pasar a las entrañas de tu alma, a tus afectos y a tu conducta. Haz del bien tu comida, y tu alma disfrutará con este alimento sustancioso. Y no te olvides de comer tu pan, no sea que tu corazón se vuelva árido: por el contrario, que tu alma rebose completamente satisfecha.

Si es así como guardas la palabra de Dios, no cabe duda que ella te guardará a ti. El Hijo vendrá a ti en compañía del Padre, vendrá el gran Profeta, que renovará Jerusalén, el que lo hace todo nuevo. Tal será la eficacia de esta venida, que nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Y así como el viejo Adán se difundió por toda la humanidad y ocupó al hombre entero, así es ahora preciso que Cristo lo posea todo, porque él lo creó todo, lo redimió todo, y lo glorificará todo.

En el dialogo se nos habló del nuevo pentecostés donde serán iluminadas nuestras conciencias para que abandonemos esta vida de corrupción y desorden, y tengamos una conversión al amor del Padre, renunciando a nuestro propio yo, donde no cabe el orgullo, es una manera de vivir en libertad y por decisión individual, donde la obediencia y la diciplina sean la base de nuestra existencia.

Es una entrega al Señor desde cada despertar, es una entrega al señor en cada rosario a nuestro Señor y a la virgen santísima al finalizar el día, el señor quiere que le agrademos a través de esta entrega en oración:

Señor Jesús te entrego mi corazón mis ojos mis oídos mi mente, mi cuerpo, mis pensamientos, todos mis actos, mi alma mi espíritu y todo mi ser en tu Divino Querer.

Amado Jesús te amamos te alabamos te bendecimos, te glorificamos y te damos gracias por todo en tu divino Querer  

Señor mío y Dios mío, en este día, yo te pido que seas tu tomando mi mente, miradas, palabras, corazón y vida y toma todo mi ser, sáname, límpiame, libérame, saca de mi todo lo que no sea tuyo llevártelo lejos y destrúyelo para que nunca más vuelva a mi déjame como un vestido nuevo, para ser llenado totalmente por tu Divino Espíritu Santo. 

Toma tu hisopo y pásalo por el prisma de mi alma y déjala blanca como la nieve para que sea tu luz el refugio que todos vean. Amén.

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